original publicado en la revista Basket Fem junio 2014
Se
nos acaba la temporada. Jugadoras y jugadores guardan las botas de
basket y sacan a pasear las chanclas de playa buscando la necesaria
desconexión con los horarios, los entrenos y las miserias y
grandezas de la competición. A los entrenadores nos llega la hora de
llevar nuestro ánimo a cuentas, repasar nuestra libretas y
preguntarnos, como hacían los antiguos pitagóricos cada día antes
de irse a dormir: ¿De qué defectos nos hemos curado esta temporada?
¿Qué vicios hemos combatido? ¿En qué hemos mejorado? Difícil
tarea, porque cada cuál es para sí el más lejano. Y dolorosa,
porque nuestro interior alberga espejos que nos devuelven imágenes
grotescas de nosotros mismos.