jueves, 9 de agosto de 2012

VERANO


Original publicado en la revista Docudomia

Los humanos vivimos apoyados en ficciones, emotivas mitologías que nos facilitan la existencia evitando el engorroso trance de pensar y, con él, la amarga lucidez. Así somos: sentimiento apenas contenido por el raciocinio.
Muchas son las mitologías disponibles. Algunas de profundo calado. Otras más triviales, pero no por ello menos atractivas. De éstas últimas, el inmortal verano, eternamente azul, eternamente bucólico, eternamente romántico o disparatado, festivo y sensual, es muy fértil en ensoñaciones. Llega el estío, colgamos el cartel de cerrado por vacaciones y en nuestros oídos suena sin remedio aquella musiquilla silbada por los discípulos de Chanquete en una mítica Arcadia feliz de un tiempo inmemorial. Es entonces cuando, desatada la esperanza, excarcelamos al adolescente que durante el año vestimos de gris uniforme y comenzamos a desear la novedad, a especular con la trasgresión. Es entonces cuando empezamos a sentirnos nuestros hijos y a vislumbrar que, sin duda, este será el verano que nos librará del mal de la rutina, del vértigo del vacío. Mitologías
Acabará Agosto y el sol del verano nos despedirá. No habrá sorpresas. Habrán estado los mismos compañeros de sombrilla, el mismo paseo marítimo, las mismas mañanas de mercadillo y chiringuito, la misma paella a deshoras, los mismos cien litros de cerveza. Y no veremos la hora de acabar. Y nos entrará la prisa por volver a la normalidad, la urgencia de bajar unos kilos y dejar de fumar, el apremio por aparcar el coche en el garaje e ir paseando a la oficina, la emergencia de planificar el próximo curso. Todo habrá permanecido en el exacto lugar en el que siempre estuvo porque, como sospechaba Borges, sólo perduran las cosas que nunca fueron del tiempo. Mitologías. Maneras de sobrevivir

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