jueves, 9 de agosto de 2012

RUIDO

Original publicado en la revista Docudomia
 
Contaban del genial Jorge Luis Borges que recibió con tal sorpresa la noticia de que su primera obra publicada había vendido seis ejemplares, que a través de su editor y librero de Buenos Aires se propuso localizar – y al parecer localizó – a los compradores para darles a cada uno de ellos personalmente las gracias: Borges no daba crédito a que seis perfectos desconocidos se interesaran por él.
Me fascina nuestra, paradójicamente ensimismada, “sociedad de la comunicación", siempre avanzando imparablemente al tiempo que crece, igualmente imparable, la resistencia de la gente a comunicarse entre sí. Tanto nos obstinamos en comportarnos como líneas paralelas, incapaces de aproximarse más acá del infinito, que aunque el mundo entero parezca diseñado para encontrarnos con los otros sentimos, como le ocurriera al joven Borges, íntimo agradecimiento cada vez que alguien decide prestarnos su atención.
Las innegables dificultades del acto de comunicarse radican, la mayoría de las veces, en el exceso de ruido. No se trata del ruido ambiental, sino del que produce lo que somos (lo que valoramos, lo que elegimos, lo que criticamos, lo que imponemos …) elevándose muy por encima del umbral sonoro de lo que decimos. Creo que no es ocioso reflexionar sobre esto, aunque la mayoría preferirá seguir armando estruendo con quejas y lamentos sobre la manifiesta sordera de los demás.
 

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