viernes, 6 de septiembre de 2013

EL LADO DÉBIL


Paco Espadas

Original publicado en la Revista Basket Fem nº10 
Septiembre 2013

El filósofo alemán Inmanuel Kant nos legó uno de esos principios que, a modo de clave de bóveda, pueden ayudarnos a levantar la cúpula del edificio social: «siempre debes tratar a las personas como si fueran una finalidad en sí y no como un medio para otra cosa». Nada en este mundo (sea lo que sea) tiene el valor de una persona (sea quien sea). En el universo nada brilla más que la dignidad humana. Minusvalorarla es, sin embargo, como meterse el dedo en la nariz: en público denostamos tan fea costumbre, pero atacamos con furia nuestras fosas nasales en el primer semáforo en rojo con el que nos topamos.
Por desgracia, la vida oferta demasiadas oportunidades de olvidar la máxima kantiana, innumerables semáforos en rojo en los que detenernos a hurgar en las narices de nuestra dignidad. Quizás porque cada cual, como decía Séneca, tiene en su interior pretensiones de rey y quiere tener sobre los demás autoridad absoluta.
Así lo demostramos cuando, no siendo en la calle gran cosa, entramos en la cancha (como entrenadores, pero también como padres y madres de jugadoras o como directivos de club) y nos convertimos en sátrapas de una minúscula nación de pequeñas súbditas. Cegados por el afán de protagonismo, tal vez dominados por inconfesables complejos o desvelados por viejas frustraciones, cambiamos el oro de la educación por el oropel del triunfo y nos damos al innoble vicio de la dominación con un deleite que a menudo parece patológico. De ese modo, la chica que aparece un buen día por nuestro club buscando orientación, amigos y diversión; que nos da el cheque en blanco de su confianza, se convierte en juguete de nuestros caprichos, en puro instrumento de nuestras bajas pasiones al que, cuando ya no necesitamos, abandonamos en la cuneta como cáscara vacía.
En baloncesto llamamos lado débil al espacio de la cancha donde erróneamente los defensores se sienten desconectados del balón, olvidando que allí se construye juego real. Metáfora de la vida, el lado débil nos enseña que debemos reparar no solo en el foco sino también en lo desenfocado. En ese lado débil no hay ganadoras ni perdedoras. Ni siquiera jugadoras. Hay niñas que habría que respetar más allá de vanidades o necesidades; adolescentes a las que, bajo ninguna circunstancia, deberíamos invitar a rendir derechos. Creo que si Kant hubiese sido coach además de filósofo, habría dejado escrito que el mundo, como el juego, sería más razonable si defendiéramos el lado débil como verdadero lado fuerte; si, como diría Séneca, nos esforzásemos más por tener autoridad sobre nosotros mismos que por engordar nuestras pretensiones de rey.
¿Y qué hacemos con los semáforos en rojo? Pues sencillamente los aprovechamos para cambiar el dial de la radio.

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