publicado en Perdonen el atrevimiento http://miguelsola.blogspot.com.es/2012/03/normal.html
(...) Es el momento de aclarar una circunstancia que me parece esencial para avalar mi apoyo a la escuela 2.0: yo no soy profesor de Tecnología. Ni siquiera soy más que un usuario medio de hardware y software, hasta el punto de que estoy aprendiendo a manejarme con el blog al mismo tiempo que mis alumnos, con no pocos quebraderos de cabeza.
Imparto Didáctica General a 1º de magisterio. Los temas de los blogs que he mencionado serán inexcusablemente tópicos relacionados con el contenido formal de la Didáctica y se dedicarán por tanto a la reflexión y al posicionamiento personal acerca de asuntos como qué contenidos vale la pena enseñar en la escuela, si los objetivos educativos son una ayuda o un estorbo para la planificación de la enseñanza, qué es eso de las competencias y qué aportan, además de confusión, a la realización de actividades y tareas, sobre si se puede medir el aprendizaje (o la competencia) y qué tiene eso que ver con la evaluación educativa… Didáctica General en estado puro planteada en forma de preguntas de sentido común, en definitiva.
¿Por qué entonces este alarde de aparataje y este recurrente acudir a wikis, moodle, Twitter, Facebook, youtube, Google+, Blogger, slideshare, etc.?
Porque es lo mismo que he venido haciendo hasta el año pasado, pero ahora con las herramientas mas idóneas y potentes a nuestra disposición. Y actuales. Y cotidianas en el mundo de mis estudiantes: mucho más de la mitad de la clase ya tenía Facebook antes de mi irrupción en sus vidas hace poco menos de un mes. Casi todos tuenti. Alrededor de un 30% Twitter.
Porque no se me ocurrió preguntarme por la idoneidad del uso de la imprentilla de gelatina cuando empecé como maestro, ni rechazé la vietnamita cuando la hubo en el colegio, ni le puse la cruz a la fotocopiadora ni al retroproyector en tiempos más recientes.
Porque cuando Mcluhan dijo aquello de que el medio es el mensaje creo que se refería a que las herramientas de comunicación y expresión conforman en las personas patrones de pensamiento, de sentimiento y de acción por sí solas, con independencia del contenido que transmiten. Y si eso era cierto en la era de los medios analógicos, en la digital no es cosa de perder el tiempo en discutirlo; ni siquiera en explicarlo (otra vez) con detenimiento. Menos aún a políticos cuyas decisiones están tomadas previamente, con intereses espurios, al margen del debate y de espaldas a los intereses de aquellos a quienes se supone que representan.
Y porque creo firmemente que lo que de verdad tiene sentido es el planteamiento pedagógico que subyace a lo que hago, ahora con 2.0 pero hasta hace poco con las herramientas de que dispusiera. La pedagogía de lo que espero que ocurra en mis clases y en los cerebros de mis estudiantes hereda posiciones psicológicas, ontológicas y epistemológicas y responde a cuestiones tales como en qué consiste el aprendizaje y cómo se construye el conocimiento: desde luego, no tomando apuntes y memorizando datos, sino poniendo en crisis los esquemas personales de comprensión del mundo y sus acontecimientos gracias a la información (que yo nunca he dominado por completo, no seamos cínicos) y a las tareas que propongo para ayudar a hacer efectiva esa crítica con garantías de racionalidad. Luego cada cual es, o no, capaz de sustituir sus creencias ideológicas más arraigadas por las nuevas. Y, claro, me confieso incapaz de saber qué y cuánto ha aprendido cada uno en ese proceso, porque entiendo el aprendizaje como la reconstrucción individual de estructuras cognitivas como consecuencia de la interacción social y con la emoción, que no la razón, como cancerbero del conocimiento.
Por eso me empeño en fijarme como meta principal cada año transmitir a mis estudiantes la emoción de aprender, la aventura de conocer, el entusiasmo por descubrir la belleza, la bondad y la utilidad para su vida profesional de la Didáctica General. Y, bien empleadas, en educación las TIC son armas de seducción masiva.
Mi apoyo a la Escuela 2.0, sin el menor asomo de duda, no viene de otro sitio: del convencimiento de que para hacer la escuela en la que creo, de que para facilitar el aprendizaje de todos, es preciso un sistema fortalecido de educación pública abierto y en interacción permanente y fluida con el mundo. Mundo que gracias a la capacidad demoledora de las TIC ahora por fin puede estar también dentro de las aulas. Aunque no lo quisiéramos.
Pero no todo ha de ser triunfalismo. Queda mucho camino por recorrer. Hay que aprender a poner el carro en su sitio respecto de los bueyes. Sin un sentido pedagógico previo, un proyecto educativo claro, razonado y expreso, las TIC no sólo no son valiosas desde el punto de vista educativo que defiendo, sino que pueden producir inadvertidamente el efecto contrario al deseado. Como hay muchos, no vale la pena detenerse a denunciar ejemplos de involución en la enseñanza por mor de usar herramientas modernas sin otro interés que el snobismo: el conductismo más rancio se cuela por la puerta de servicio poco después de que fuera expulsado con gran pompa y boato por la entrada principal.
Sin la imprescindible formación pedagógica, antes que técnica (aunque necesaria también), seguirá habiendo quienes dediquen con su mejor intención gran cantidad de tiempo y esfuerzos a colocar cuidadosamente el carro… delante de los bueyes.
Esto último podría parecer que no es conveniente en lo que pretende ser una adhesión sin paliativos a la escuela 2.0. Pero es que ¿cuándo ha habido más efervescencia en torno a una posibilidad de innovación educativa? ¿Éramos más acaso los seguidores de la escuela de Freinet hace 30 años? ¿Teníamos acaso más capacidad de expresión, comunicación y colaboración que ahora? ¿Más o mejores foros en los que comunicar nuestras experiencias, exponerlas a la crítica y aprender de las de los demás? ¿Más o mejor capacidad de influencia en los pensamientos o en las prácticas de nuestros colegas? ¿Alguna vez se ha podido hablar de generalización de las experiencias innovadoras en la educación? ¿Por qué parece ahora que si no se garantiza que el uso de redes y ordenadores transforma completamente la práctica escolar estamos ante el fracaso de la iniciativa dos punto cero?
He conocido de cerca, investigándolas, las propuestas experimentales de la reforma de la EGB de mediados de los 80 (abortadas, por cierto, por la promulgación de una LOGSE traidora con los presupuestos y las recomendaciones de la experiencia). He conocido la anticipación de la ESO. He estudiado la introducción de las TIC en los proyectos curriculares de centro en Andalucía. He participado y participo en los intentos de innovación de la docencia en la universidad, de acuerdo con los presupuestos –a estas alturas claramente tergiversados– de Bolonia. La evaluación de 2011 del uso de las TIC en la escuela es contundente: aunque persisten dificultades similares a las de hace una década, nunca antes ha habido más experiencias, más diversas y mejor difundidas, que ahora en torno a la innovación con TIC. No son legión, pero cada día hay más, mejor documentadas y más argumentadas. La ceguera política, o la ignorancia más simple y ramplona, pueden poner transitoriamente trabas a la Escuela 2.0, pero no será porque no haya estudios serios que aconsejen justamente lo contrario.
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