El País 11/11/2011
Sonará a música lejana el canto a favor de la enseñanza pública, el
concebirla como un espacio público real, donde los seres humanos se
juntan, viven y se relacionan entre ellos de forma parecida a como lo
hacen en la vida fuera de las aulas. Es el único espacio controlable que
nos queda para socializar a los más jóvenes como ciudadanos diversos,
también desiguales, donde se aprende junto a otros las obligaciones de
la ciudadanía y el respeto a los derechos de todos.
¿Quién se atreve a proponer estas sutilezas cuando al tratar de educación se habla de ranking
entre centros, búsqueda de la excelencia, de competitividad, mercado
laboral... que suele acabar conformando una pedagogía conservadora más
favorable a los privilegiados? El lenguaje sobre la educación que
transmiten las Administraciones (en muchos casos sin distinción), la
clase política, los propios educadores, los medios de comunicación y los
"expertos" ha empobrecido el enfoque de los grandes retos de la
educación. No es raro oír decir a profesores o a algunos de sus
representantes: "Para nosotros la enseñanza; para los padres, la
educación". Es un ejemplo de un planteamiento educativo empobrecido.
¿Cómo
entender la educación pública como una base para asentar una democracia
más participativa donde padres y madres, la sociedad en general,
colaboren, si los centros no traban estrechas relaciones con su entorno
social?
Reducir la imagen de la vida social en los centros a los
problemas de indisciplina, buscando la restauración de la autoridad por
medio de medidas legales, poco puede favorecer la percepción positiva de
los centros públicos, que es donde tienen lugar con más frecuencia los
problemas.
Restableceremos la justicia de tener una mejor imagen
de la enseñanza pública si recordamos que los mejores resultados en la
evaluación que hace PISA los logran países con los más altos porcentajes
de enseñanza pública. A la vez, es incontestable el hecho de que
España, siendo un país en el que no se obtienen buenos resultados, es el
segundo que más enseñanza privada tiene en los niveles no
universitarios. Saquemos, pues, las consecuencias.
Quizá no
estarán informados los votantes del conflicto profundo que se ha
producido en Chile, años después de haber tomado las más radicales
medidas neoliberales que privatizaron y municipalizaron la educación
hasta extremos no vistos en parte alguna. Por un doctrinarismo
privatizador el Estado cedió una función básica cuya reivindicación
ahora tiene acorralado a su gobierno
No se toman en consideración
las reiteradas demostraciones de que, cuando en la enseñanza privada los
estudiantes obtienen mejores resultados, dicha ventaja desaparece si se
resta el efecto positivo sobre los mismos producido por el nivel
sociocultural más alto de los padres y madres que llevan a sus hijos a
la enseñanza privada.
¿Por qué no indigna al ciudadano de Madrid o
Valencia (dos comunidades sutónomas gobernadas desde hace tiempo por el
PP) que hayan tomado la privatización como la única bandera y ahora
muestren un alto índice de fracaso escolar, aceptando como normal la
vida escolar en barracones (en el caso de Valencia)?
Poco le dice a
la opinión pública, insuficientemente informada al respecto, el que la
ratio alumnos por profesor o el número de alumnos por aula sea más alto
en la enseñanza privada, que en esta sus profesores reciben salarios más
bajos y tienen peores condiciones de trabajo que los de la pública o
que la dotación de nuevas tecnologías está por debajo de la pública. ¿No
deberían reflejarse estas ventajas en la imagen del sector público? La
defensa de este último debería atender al análisis de las prácticas
reales, demostrando con hechos la vigencia de los principios que dan
sentido a la educación pública.
¿Qué puede importar el que en la
enseñanza pública pueden encontrar un puesto escolar los hijos de la
inmigración cuando ellos no votan y otros muchos del lugar desearían no
tener que plantearse, siquiera, ese problema?
En definitiva, si
todas las familia tienen asegurado un puesto escolar gratuito para sus
hijos e hijas, ¿cómo argumentarles la importancia social, política y
cultural del proyecto educativo que significa la educación pública?
Una
sociedad instalada en la cultura de las "burbujas" (pues las hay de
muchos tipos), que cree todavía en el valor de la educación, no se
movilizará mucho por el sector público, cuyo acceso ya es gratuito, si
la oferta no es más explícita. Se querrán además otras cosas. Aparte de
la dotación de medios, la educación pública deberá mostrar en su
funcionamiento su valor moral, democrático, solidario y cultural;
aquello que -se dice- la distingue, orientando las actuaciones políticas
educativas (incluidas las presupuestarias), el funcionamiento de los
centros y las funciones y tareas del profesorado. Estos valores no solo
se logran al poder estar todos, sino, muy fundamentalmente, en lo que a
partir de ahí ocurra dentro del sistema público.
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